lunes, 21 de diciembre de 2009

TESTIMONIO DE UN FIEL


Extraño santo el de mi barrio actual, un soldado medio romano, con cara de guagua que, según la tradición católica, es bueno porque los milagros los cumple de forma casi instantánea (de ahí eso de que la RAE pusiera la palabra “expedito” como sinónimo de rápido).
Extrañeza fue la que me causó este santo tan particular hace seis años, cuando entré a curiosear a una iglesia en Brasil y -entre la resaca de la noche anterior y el calor que me medio aturdía- veía por primera vez a “Sao Expedito”, en unas estampitas con su nombre que decían “Não roube” abajo, recomendación de la que hice caso omiso y, creyendo que se trataba de algún santo de macumba, me lo guardé más por lo extraño que por fe.

Y así pasó un año de vuelta en Chile, cuando en un diario leí sobre la nueva devoción de los chilenos, se trataba de San Expedito que con sus milagros express comenzaba a hacer furor entre los habitantes de esta larga y angosta faja de fe.
Se supone que San Expedito era un soldado romano que defendía al imperio en los tiempos en que el cristianismo estaba proscrito, la historia dice que era el comandante de una legión de soldados, y que fue mandado a matar por el emperador Diocleciano luego de que una luz divina lo hizo convertirse.
¿La razón de su rapidez? Se dice que cuando la luz divina lo tocó, llegó un cuervo que intentó persuadir al santo de cambiarse de religión, ante lo cual, Expedito lo aplastó diciendo: “lo haré hoy”.
Desde su supuesto martirio (del que el Vaticano no se da por enterado), se le comenzó a venerar como el patrono de las causas urgentes, una suerte de Mc Donald´s de los milagros, por la velocidad con la que presuntamente cumple los pedidos.
Hoy, San Expedito tienen su propio altar en la Parroquia de Reñaca, lugar que cada día 19 se llena de rejas, pues es el día de San Expedito y llegan devotos de todos los lugares de Chile a pedirle favores (sí pollolector, llegan buses cargados de señoras que van exclusivamente a prenderle velas).
Para mí, San Expedito es el reflejo de una sociedad efectista, si bien no me apego mucho a la espiritualidad judeo cristiana, siento que la devoción por el soldado romano es más una relación de interés que genuina fe, está bien, puede existir una que otra persona que es devota, tal como otros son de la virgen, pero por algunas veces que he asistido – en calidad de acompañante -a la gruta-, lo que buscan varios es saciar una necesidad, una suerte de “te prendo una vela, se me mejora la guagua” y para mí, eso no vale.
Y es que sí uno cree en algo lo cree siempre y no cuando le conviene, por eso, prefiero no creer nada, ni en el diablo, ni en santos, menos en un soldado iluminado.
Amén.

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