lunes, 30 de noviembre de 2009


Somos hijos de Dios
"Jesús, ¡cuanto esperé este momento!
Hacer silencio y encontrarme con vos para que en el ida y vuelta de las cosas, la reciprocidad se haga palpable: que yo te pueda contar mis dolores y vos me indiques el camino de la felicidad que tanto añoro. Sé que muchas veces me equivoqué buscando la felicidad en cosas pasajeras que solo pudieron emparchar las ausencias de tu presencia en mi vida, en mi corazón. Yo sé que nunca es tarde para levantar los ojos y mirarte. Y saberme escuchado, comprendido, amado. Pero la memoria me juega a veces malas pasadas y aparecen continuamente los errores cometidos, los caminos andados, las búsquedas vanas.
Hoy te miro, hoy estoy acá porque me cansé de este vacío. Quiero comprender en profundidad lo que significa ser Hijo de Dios que es lo primero que aprendí de chico cuando tuve noticias de tu existencia, cuando me iniciaron en tus enseñanzas. Cuando supe que era único e irrepetible y que Dios era mi Padre, y que me quería solamente porque soy su hijo. Él me trata con ternura y me tiene presente todos los días porque mi nombre está escrito en la palma de su mano, y sé que aunque mi padre y mi madre me abandonaran Él nunca lo hará.
Jesús, contáme al oído en esta intimidad de tu presencia, qué más quiere Dios de mí. Recordame tus enseñanzas, dame tu sabiduría y tu gracia para que me abrace al Padre y sienta que hoy hay fiesta en el cielo porque este hijo muchas veces estuvo perdido y hoy ha sido encontrado, mil muertes me procuré y hoy volví al sentido de la vida."

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