martes, 6 de octubre de 2009


San Expedito, guerrero del César y soldado de Cristo
Roma ha dado a la Iglesia Católica infinidad de santos y mártires que han sido ejemplo de heroísmo y devoción. Muchos de ellos integraron las imbatibles unidades militares con las que conquistó y dominó el mundo antiguo durante siglos. Esta es la historia de uno de ellos, comandante de una aguerrida legión en la que lucharon con valor numerosos seguidores de Cristo
Así como el derecho, la cultura, su grandiosa arquitectura y obras de ingeniería sin par son parte del impresionante legado que Roma transmitió a la posteridad, sus invencibles ejércitos fueron la base y punto de apoyo en el que basó su dominio universal por más de mil años.
La unidad mínima del ejército romano era el Contubernio, formación de ocho efectivos de infantería que por lo general compartían la misma tienda de campaña y una mula para el transporte de carga. Diez contubernios constituían una Centuria que, como se podrá observar, estaba integrada por ochenta soldados y no por cien. Diez centurias constituían una Cohorte y seis cohortes una Legión, a la que, en algunos casos, al incorporársele una doble, elevaba el número de sus efectivos a 5600, sin contar los 768 jinetes al mando de un decurión.
XII Legión FulminanteLas célebres legiones romanas fueron verdaderas maquinarias de guerra, disciplinadas en extremo, implacables en el combate y ciegas en la obediencia a sus oficiales. Podemos mencionar, entre otras, a la VII Claudia Pía Fidelis con la que César combatió en Britania o la IX Hispana, conformada por tropas reclutadas en España.
Una de esas legiones, la XII Fulminante estaba destinada a misiones especiales, incursionando ahí donde la legión común no podía combatir. La conformaba una tropa heterogénea, con efectivos provenientes principalmente de Italia, Galia y España aunque también muchos elementos de Oriente, en especial, Armenia. Muchos de esos soldados eran cristianos, condición que en los difíciles tiempos de las persecuciones debían mantener en secreto para no sufrir persecusión.
Bajo el reinado de Marco Aurelio, emperador guerrero y filósofo, la Fulminante, que había combatido exitosamente contra los partos en operaciones especiales, fue destinada a luchar contra los quades en la provincia de Panonia, actual territorio de Austria y Hungría.
Un milagro frente a los bárbarosAllí se hallaba sitiado el emperador, rodeado de bárbaros que superaban en mucho a sus tropas, prácticamente sin agua y sin alimentos. Era pleno verano y la tierra estaba reseca. La situación era desesperante y agobiados por la sed, los soldados, con la moral y el ánimo decaído, comenzaron a hablar de capitular. De nada habían servido los sacrificios que Marco Aurelio ordenó a sus sacerdotes. El cerco se acentuaba y la sed atormentaba todavía más.
Fue por entonces que se hizo presente la Legión Fulminante proveniente de sus cuarteles de Sebaste (hoy Turquía), abriéndose paso entre los bárbaros a golpe de espada para estacionarse muy cerca del campamento del emperador. Allí aguardó instrucciones, dispuesta a entrar en batalla pero al ver la desesperación que cundía en las filas romanas por el calor abrasador y la sed infernal, sus efectivos, alzando los brazos al Cielo se pusieron de rodillas pidiendo al Todopoderoso la realización de un milagro. Y el milagro se produjo casi al instante cuando una lluvia torrencial cayó sobre el campamento. Esa tormenta estuvo acompañada por terribles relámpagos y pavorosos truenos y en el momento en que grandes trozos de hielo se abatían sobre los salvajes, los romanos se abalanzaron sobre ellos y los aniquilaron, masacrando a gran número y poniendo en fuga al resto.
Comandante de la legiónTanto impactó el portento a Marco Aurelio que, pese a que el cristianismo era una religión perseguida, no osó castigar y ni siquiera amonestar a los soldados.Muchos años después fue designado comandante de la XII Legión Fulminante un soldado fuerte y valeroso llamado Expedito que había combatido en diferentes lugares del mundo, ya en desiertos y montañas, ya en regiones pantanosas o de difícil acceso, todas ellas misiones especiales. Era un hombre duro, curtido en el arte de la guerra y habituado a las arduas faenas y al sufrimiento. Era obediente, leal, respetuoso de las jerarquías y extremadamente valiente. Pero por sobre todo era un hombre devoto y piadoso porque conocía la verdadera Fe. Era un soldado del César pero, sobretodo era un guerrero de Dios; un soldado de Cristo.
Sus tropas le seguían ciegamente porque le tenían una tremenda admiración y no fueron pocos los legionarios que por su causa se hicieron cristianos.
Conversión milagrosa¿Desde cuándo era cristiano el oficial Expedito? Cuenta la tradición que cierto día, meditando acerca de la posibilidad de abrazar la fedel Señor, se le apareció el espíritu del mal en la forma de un cuervo negro que, con la intención de retrasar su conversión lo más posible, graznaba diciendo “cras, cras”, palabra que en latín significa “mañana”. Lo que el demonio pretendía era demorarlo y disuadirlo cosa que no logró ya que al darse cuenta de ello, el bravo comandante lo pisoteó mientras rugía furioso: “¡Hodie, hodie!”, es decir, “¡Hoy, hoy!”.

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