
María, nuestra Madre y Reina no hay ni una mancha de pecado ni siquiera el pecado original. Ni un pecado personal ni falta o sombra de falta en su vida. La Madre Santísima ha trabajado por su camino de santidad, poniéndole todo el empeño para asimilarse en todo a la voluntad de Dios. Nosotros estamos llamados como sus hijos marianos a luchar en serio por la santidad.
Si nosotros no ponemos nuestra parte, la santidad se retira porque el demonio la perjudica como lo hizo con Adán y Eva en el Paraíso terrenal. La vida de Adán y Eva era una vida paradisíaca, una vida pletórica, pero ellos la corrompieron por su desobediencia, por no ajustarse de hecho a la voluntad de Dios, que los había llamado por pura misericordia a gozar de su dicha. Pero lo que se desajustó no se corrompió para siempre, porque el Señor vino en calidad de salvador a redimir lo que se había corrompido poniéndonos bajo el dominio de la muerte. El hombre fue hechizado por el príncipe de los encantos diabólicos: y se dejó atrapar.
La fiesta de la Inmaculada Concepción nos llama a poner manos a la obra, a trabajar en la Viña del Señor, por la santidad de vida.
Si nosotros no ponemos nuestra parte, la santidad se retira porque el demonio la perjudica como lo hizo con Adán y Eva en el Paraíso terrenal. La vida de Adán y Eva era una vida paradisíaca, una vida pletórica, pero ellos la corrompieron por su desobediencia, por no ajustarse de hecho a la voluntad de Dios, que los había llamado por pura misericordia a gozar de su dicha. Pero lo que se desajustó no se corrompió para siempre, porque el Señor vino en calidad de salvador a redimir lo que se había corrompido poniéndonos bajo el dominio de la muerte. El hombre fue hechizado por el príncipe de los encantos diabólicos: y se dejó atrapar.
La fiesta de la Inmaculada Concepción nos llama a poner manos a la obra, a trabajar en la Viña del Señor, por la santidad de vida.
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